LA HISTORIA
“El Lobo Marino” se fundó en El Campello en el mes de marzo del año 1972. En una de las calles más antiguas del barrio marinero del Carrer la Mar. La calle se llama Carrer de San Vicente, como aún se llama en la actualidad. En aquella época no existía ni el paseo marítimo ni estaba el asfaltado de calles ni farolas. Estaba situado frente al mar en una playa virgen sin arena. Solamente habían cantos rodados que el oleaje llevaba y traía desde la orilla del mar en un ir y venir incesante.
La idea de montar dicho local fue del Sr. JOSE ANTONIO MUÑIZ LLEDÓ «Tono». Es anecdótico a que dicha idea fue debido a que en el bar de un amigo de dicho señor se le tardase mucho tiempo en servirle una cerveza que había pedido, por lo cual le dijo a su amigo: “No me pongas la cerveza, porque me voy a montar un bar para mí”, cuya frase produjo la risa del amigo, pues creía que era una broma, pero al final no fue así. A los pocos días “Tono” Muñiz -que es como le llamaban sus amigos y un grupo de amigos de Alicante- comenzaron a derribar los tabiques de dicha casa citada en el número 16 de dicha calle. Aquella casa era la casa de veraneo de la familia y fue adquirida por el padre de “Tono” Muñiz a su abuelo materno Don José Lledó Ramos; el abuelo paterno era oriundo de El Campello y tanto don Fernando Muñiz como “Tono” Muñiz mismo eran grandes amantes de dicho pueblo, donde habían ido desde el año de su nacimiento en 1935 y donde pasaron por cierto toda la Guerra Civil.
Disponían de pocos recursos económicos para el montaje de dicho local, por lo cual se dedicó en un principio a recoger de la playa troncos de barcos y a buscar por almacenes objetos marineros con el fin de darle una decoración acorde con el nombre que se le puso, que como ya sabéis es: “El Lobo Marino”. El local carecía de lujo, pero su atmósfera te invitaba, y aún te invita a pensar y a relajarte mirando desde su barra el bonito mar que hay a pocos metros. Las noches de luna sobre todo en dicho local son maravillosas. Es un diminuto local en una esquina privilegiada que te llama como un imán marino, como una suerte de brújula, la cual te incita a entrar y a estar allí con un buen libro, con una copa, un cigarrillo o simplemente con tus propios pensamientos. Se ha sabido que muchas parejas se han enamorado allí, y hoy en día vienen los hijos e incluso los nietos de aquellos primeros clientes y amigos.
Al cabo de algunos años de explotación se alquiló a diversas gentes y es curioso que siendo muy dispares los inquilinos, “El Lobo Marino” nunca desapareció y siempre navegó con unos beneficios que le procuró sobrevivir durante muchos años. El local está lleno de muchos objetos diversos, tallas de madera, recortes de periódicos, anécdotas, cuadros, compases, brújulas, ventanales de barco, ojos de buey, billetes antiguos, antigüedades variadas, etc., etc. En el mismo local existe una chimenea entrando a la izquierda al calor de cuyas brazas han surgido bonitos romances. En el primer piso, existe otro local cuya entrada lo configura un portalón antiquísimo con piezas de caoba incrustadas y talladas, de casi 3 metros de altura; dentro hay un saloncito con una barra muy coqueta y de dicho salón se vislumbra el mar azul mediterráneo y hermoso con colores tan cambiantes. Durante muchos años se ha mantenido hasta la actualidad sin cambiar sustancialmente la configuración del local, con lo cual se ha conseguido dotarlo de una solera que es muy del agrado de todos los clientes que lo visitan. “El Lobo Marino” es el local por excelencia de El Campello, sobre todo, por el trato que siempre se le han dado a los amigos que lo han diferenciado con su existencia, pues “El Lobo Marino” nunca ha tenido clientes sino amigos, muchos amigos. Lo llevó una temporada muy larga su mujer la señora Marisol González Vallina y las hijas Laura y Maria.
En la fachada del edificio figuran unos mosaicos que indican la fecha de construcción de dicha casa que es de 1853. En la época que se construyó era de planta baja y las paredes maestras son de argamasa también de dicha época, es decir auténticas, y las rejas son de hierro forjado. Cuentan que en dicha casa vivió un señor que era sargento de la Guardia Civil el cual tenía un caballo blanco precioso.
En este local se han celebrado bautizos, comuniones, cumpleaños, despedidas de soltero e incluso reuniones políticas.
En conclusión, ¡“EL Lobo Marino” perdurará para siempre!
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Al frente de El Lobo Marino